In moments of light headedness I often tell my friends of my recent nightmare during which my father-in-law, in a gesture of love, gave his daughter and three grand-daughters important packages of shares in CANTV. As a result of this gift, my wife and three daughters, obviously utilizing my already diminished cash flow, dedicate immense amounts of time and effort to the making of phone calls with the firm hope of receiving a dividend from the company. The conflict of interest exemplified by this nightmare, that is to say, the opposite expectations harbored by the consumer of a public service who wants an inexpensive service and the investor who wishes for increased returns, has been ignored in debates over privatization by a State avid for extraordinary income.
In 1991, when Israel awarded concessions to cellular telephone companies, the criteria for these tender awards was the selection of the operator that offered the best and most inexpensive service to the consumer. In Venezuela, however, the sale of public service companies or the letting of concessions for public service operations are based on the maximization of income for the State by means of a kind of tax, payable in advance, and which will be repaid by the consumer year after year through increased tariffs. The results are there for all to see. In Venezuela, the cost per minute of the cellular telephone service is over ten times that in Israel.
Nobody can or should oppose the theory that the State, through privatization, must transfer to the private sector the relative responsibility for its public services. However, when this transfer is made by maximizing the sales price with the principal intention of filling the State’s coffers, we are effectively confronted by a new and strange version of tropical neoliberalization, invented not to serve the needs of the population, but merely to satisfy the insatiable appetite of the state public sector for income” …(or in this case the short-sighted appetite of creditors)
Personally I would not be undergoing monthly taxation by means of excessively high telephone tariffs should the politicians and policy makers have shown less greed during the run-up to the privatization of the CANTV. On top of this, my payments are not classified as “taxes” (and as such they are hidden), allowing politicians to happily continue maintaining the absurd thesis that Venezuela is a country with low taxation.
In the future it may be interesting to study the management by politicians of the tremendous conflict of interest they have created for themselves. This conflict arises from the fact that on one hand they must comply with promises made to their electorate with respect to low tariffs while on the other hand they have ably served as marketing agents for the sale of CANTV shares, trying convincing whomever would listen of the immense advantages and characteristics of these shares as profitable investments.
Being a firm believer in the saying that “music paid for in advance cannot not be heard” (musica paga no suena), I cannot but worry about the future prospects of the investment made by the shareholders.
I sincerely hope that some of the concepts relative to the privatization of public services will be revised. For example, I would consider it totally unjust if the Island of Margarita ended up paying the highest tariffs in the world for its energy just to satisfy the need to offer an acceptable return to an investor who would not only be required to invest serious amounts of resources in an expansion and investment plan, but also to maximize the income for CADAFE, FIV or any other state entity by paying an excessive price for his incursion into the local energetic sector. It would not be logical for the state of Zulia to have access to relatively cheap energy just because it happened to be the beneficiary of investments in truncal transmission facilities, while the “poor” Island of Margarita, having been previously abandoned to is fate, must now pay tariffs in accordance to today’s replacement cost of its infrastructure (or worse). We should be looking for certain social-regional justice when it comes to public services and utilities.
To avoid any confusion, I must make emphasis of the fact that my comments are aimed specifically at the privatization of entities that provide public services, i.e. communication, electricity, water, etc.. In cases such as Sidor, for example, it is logical for the State to strive towards the maximization of its income. In the same breath, however, I would also say that it is equally or more important for this income not be misspent.
It is important to note that this article has been written now for a few months. Due to the cowardice of its author, who did not wish to be branded as a party-poop during the collective euphoria of the CANTV days, its publication has been deliberately delayed. I remind all my friends at the Stock Exchange, whom in effect I am indirectly labeling as employees of SENIAT, of the fact that, while the human qualities of Robin Hood are still being debated on, there is no doubt left by history with regards to those of his contemporary, that famous tax collector, the Sheriff of Nottingham.
Daily Journal, Caracas, June 19, 1997
Traducción:
PRIVATIZAR SERVICIOS
PUBLICOS - ¿UN IMPUESTO OCULTO?
Economía Hoy, 28 de Julio de 1998
A mis amigos, en
broma y en serio, les comento sobre una reciente pesadilla en la cual el abuelo
cariñosamente le regaló a sus nietas, mis hijas, unas acciones de la CANTV, con
el resultado de que ellas, utilizando mi menguado flujo de caja, ahora se
dedican durante todo el día a efectuar llamadas con la firme esperanza de
cobrar un dividendo. El conflicto de interés al cual apunto, es decir, por un
lado el consumidor de un servicio público que desea un servicio eficiente y
barato y por el otro lado el inversionista que requiere un rendimiento, ha sido
muy ignorado en Venezuela.
Cuando en 1991 se
otorgaron las concesiones a las empresas de telefonía celular en Israel, el
criterio de adjudicación consistía en seleccionar la empresa que ofrecía el
mejor y mas barato servicio al consumidor. En Venezuela las ventas de empresas
de servicios públicos o de concesiones similares se fundamentan en la
maximización del ingreso del Estado, logrado mediante una especie de cobro de
impuestos por adelantado, el cual será repagado por el consumidor año tras año
por la vía de tarifas altas. Los resultados están a la vista, en Venezuela el
costo por minuto de la telefonía celular supera en mas de diez veces el costo
prevaleciente en Israel.
No hay razón para
oponerse a que el Estado, por vía de la privatización, transfiera al sector
privado la responsabilidad relativa a la prestación de un servicio público. No
obstante, cuando la anterior transferencia se efectúa para enriquecer al
Estado, al maximizar el precio de venta, nos enfrentamos a una nueva y extraña
versión de un neoliberalismo tropical, inventado no para servir las necesidades
de los ciudadanos, sino para satisfacer los inagotables requerimientos de
ingresos de un sector político estatal.
Hoy, como
consecuencia de la venta de CANTV, estamos cancelando mensualmente altos
impuestos al pagar tarifas telefónicas superiores a las necesarias de no
existir los políticos o el fisco demostrado tanta avaricia en el momento de la
privatización. Para colmo, nuestros pagos ni siquiera aparecen registrados como
impuestos que son, permitiéndole así a los políticos seguir sosteniendo la
absurda tesis de que Venezuela es un país con una baja presión tributaria.
En estos momentos se
acaba de anunciar la próxima privatización del Sistema Eléctrico de Margarita
(SENE). Entre los anuncios se menciona un incremento de tarifa del 20% para
1999 y una "tarifa especial" para los temporadistas. Por cuanto soy
temporadista y sospecho que una "tarifa especial" no se trata de algo
bueno sino de algo muy costoso (los políticos han aprendido mucho de los
vendedores de tiempo compartido), protesto este nuevo impuesto.
Supuestamente el 29
de este mes anunciaran el Precio Base del SENE, precio mínimo al cual habrán de
otorgar la concesión eléctrica de Margarita por 50 años. A los que tienen un
interés en Margarita les conviene recordar que por cada dólar que indique tal
precio habrá por parte del inversionista la exigencia de un rendimiento y para
el usuario la consecuencia de una mayor tarifa. La relación es muy sencilla. Si
suponemos que no se hubiese incluido la promesa de un aumento del 20% para 1998
es muy posible que un inversionista pudiese seguir interesado en acometer las
inversiones necesarias para que Margarita tenga un buen servicio de luz pero
por supuesto tendría que ofrecer un menor precio al Estado.
Alguien puede
protestar que el Estado no tiene derecho de vender estos activos por nada. No
estoy seguro. La verdad es que los activos eléctricos de Margarita fueron
financiados por los ingresos del Estado (principalmente los petroleros) por
voluntad propia del Estado y como resultado de la gestión política de
distribución de ingresos que se había aceptado. En estos momentos en que el
Estado de hecho se esta librando de la responsabilidad de darle servicio
eléctrico a Margarita, el que además trate de cobrar por esto me parece mas que
exagerado.
Es mas, para el caso
de Margarita, antes de que la Isla acepte que el Estado se desentienda de su
futuro eléctrico (lo cual de todas formas le habrá de convenir a la Isla)
debería exigirle a éste que asuma la responsabilidad de construir un nuevo
cable submarino para así asegurar que la Isla también pueda usar energía
hidroeléctrica a un precio razonable, tal como se le permite a lugares mas
distantes como el Zulia o se le quiere permitir a Brasil.
Muchos de los
problemas aquí mencionados surgen de haber encargado de las privatizaciones de
los servicios públicos a un ente como el Fondo de Inversiones de Venezuela cuyo
objetivo natural debe ser el de maximizar los ingresos. Lástima que el FIV
termine logrando sus objetivos en los casos equivocados.
Finalmente desearía
comentar sobre la incomoda situación en que se ha colocado el Estado cuando por
un lado existe la obligación política de ofrecer tarifas razonables a los
electores y por el otro se ha dejado rastros de publicidad que han pregonado a
los cuatro vientos (no necesariamente con permiso de la Comisión Nacional de
Valores) las inmensas bondades de estas inversiones. De ser cierto el dicho
"música paga no suena" o lo que es igual, "impuesto cobrado y
gastado no rinde", no le auguro las mejores posibilidades a los
inversionistas.
Para evitar
cualquier malentendido debo precisar que estos comentarios se refieren a la
privatización de empresas proveedoras de servicios públicos. Para el caso de
empresas como Sidor, es lógico que el Estado haya buscado maximizar sus
ingresos.